terça-feira, 24 de maio de 2011

Se denuncian cada vez más casos de violencia doméstica

En Colón, cada semana, 80 mujeres se reúnen para contar sus dramas familiares

DIOMEDES SANCHEZ
ESPECIAL PARA LA PRENSA
nacionales@prensa.com

ESPECIAL PARA LA PRENSA/D. Sanchez

Una entidad religiosa, el Centro de Mujeres Colonenses en Camino, ofrece orientación psicológica y legal a las mujeres maltratadas. Dina Altamiranda, la hermana superiora que lidera el centro, dice que la Fiscalía debe contar con cubículos que permitan a las mujeres exponer en privado sus desgracias.

COLON, Colón. –Mónica Castañeda jamás sospechó que luego de 25 años de feliz matrimonio su vida se convertiría en un infierno.

Conoció a su pareja hace 25 años. Se enamoraron. Fueron novios durante más de tres años. Luego se casaron. De ese matrimonio, nacieron tres hijos. Hoy todos ellos son profesionales.

Como todo principio, fue feliz. El esposo de Mónica Castañeda le ofrendaba cariño y respeto, se ocupaba de ella, la cuidaba, pero tres años después de que los hijos empezaran a irse del hogar, la relación marital cambió radicalmente. Y también su vida.

El marido de Mónica -de quien solo se conoce su nombre, Rubén- empezó a volver tarde a su casa. Y todo le molestaba. La comida, salada; la ropa, mal planchada. Pero se trataba de una cuestión de visiones personales. Mónica asegura que ninguna de sus críticas tenía sustento. Ella no encontraba nada razonable en sus protestas.

La vorágine de la violencia fue en aumento. Primero gritos, luego insultos, también humillaciones. Hasta que en una espiral inevitable, desde hace dos años, llegaron los golpes.

Mónica decidió poner un freno: pidió el divorcio. Hoy, consultada por La Prensa, y todavía dolorida por el giro imprevisto de una convivencia por décadas, Mónica sostiene una disputa legal por los bienes derivados de la separación, le produjo una depresión que todavía la acompaña.

Es poco frecuente que la violencia cotidiana en los hogares llegue a la justicia, pero cada vez son más las mujeres que se atreven a hacerlo.

Maritza Barrera, de 35 años de edad, también sufrió la violencia. De joven, había llegado desde Capira en busca de una mejor vida a la ciudad de Colón. Allí conoció a Gerardo. Se unieron. Al igual que el caso anterior: la felicidad se presentó el primer día y parecía que iba proyectarse durante la convivencia. Los años le fueron mostrando el verdadero rostro: Gerardo empezó a quedar atrapado por el alcohol. No la golpeaba. Su violencia era verbal. Pero su abuso era psicológico, y también moral. En ese contexto de inestabilidad emocional, criaron cuatro hijos.

"Yo era incapaz de dejarlo -se confiesa Maritza en entrevista con La Prensa- porque me amenazaba con quitarme a mis hijos si lo dejaba. Esa razón era poderosa. Y yo debía aguantarlo cuando bebía".

Coalición anti violencia

Los casos de Mónica y Maritza son solo dos ejemplos de la violencia doméstica que se registran anualmente en Panamá. Solo unos pocos conducen al divorcio. Menos, todavía, llegan a los Tribunales de Familia. La generalidad, en cambio, muestra que la historia se resuelve con otra cosa que no sean años de padecimiento. La violencia, también, puede llegar a provocar el homicidio.

Cuando los casos llegan a los Tribunales, no implican que se haga justicia. Uno de los casos más resonantes en este aspecto fue el de Virginia Gantes, que puso al descubierto la "impunidad" de las autoridades al momento de sancionar la violencia hogareña contra las mujeres.

La pareja de Gantes, Tomás Lezcano Bonilla, contrató al salvadoreño René Gómez Caña para que le rociara ácido sobre el rostro y su cuerpo. El hecho se registró el 11 de enero de 2002. Virginia perdió parte de la nariz y un párpado. Le realizaron siete cirugías plásticas.

Su marido fue detenido por la Interpol en Costa Rica y, aunque fue enjuiciado, solo recibió una pena de cinco años de prisión.

Panamá no posee un registro de denuncias sobre violencia doméstica ni tampoco de víctimas fatales por esta causa particular.

Leyda Tesis, presidenta de la Coalición de Mujeres Colonenses contra la Violencia, informó que en noviembre pasado se celebró la Tercera Cumbre de Mujeres. En ese evento se instó a las mujeres a "no quedarse calladas frente al maltrato intrafamiliar". En Colón se ejerce mucha violencia en los hogares. Los esfuerzos de la organización se encaminan a reducir el maltrato.

Recomendaciones

La psiquiatra Mirna De León de Meza, especialista en violencia intrafamiliar con enfoque de género, considera que una mujer que es víctima de violencia y decide denunciarlo, está obligada a seguir la "ruta crítica".

Esta ruta se inicia desde el momento en que realiza la denuncia ante las autoridades. "Durante este trámite -explicó la especialista-, lo más normal es que se le mande de un lugar a otro y visite muchas entidades".

La psiquiatra recomendó a las mujeres víctimas de la violencia doméstica, que busquen ayuda en los centros de salud, en policlínicas, y lo denuncien para evitar que sigan sufriendo en silencio.

En cuanto a sus agresores masculinos, de Meza señala que deben someterse a un trabajo terapéutico para intentar erradicar su conducta agresiva.

La mujer rural

La violencia no es una costumbre solamente urbana. Para Aida Barrera, presidenta de la Asociación Nacional para la Protección y Asistencia de la Mujer y el Menor, las mujeres que viven en el campo, además de las dificultades económicas que enfrentan, deben enfrentar un desafío todavía más doloroso: el maltrato de su compañero.

Las mujeres que hacen la denuncia en la Corregiduría suelen quedar desprotegidas y no encuentran un lugar donde refugiarse con sus hijos.

Se quedan sin escapatoria. Permancen en el hogar, pero no pueden librarse del mal: el agresor continúa con el círculo vicioso de violencia. "Como ella no trabaja, debe aguantarse esa situación de dependencia", apuntó la educadora.

El rol del Estado

La ministra Leonor Calderón, de la Juventud, la Niñez, la Mujer y la Familia, reconoció que el ministerio que preside tiene una deuda social con los casos de violencia doméstica que padecen muchas mujeres panameñas. Hay muchas tareas pendientes de prevención y concientización para lograr que los hombres violentos cambien su actitud agresiva.

"Por una parte -dice la ministra Calderón-, las mujeres deben conocer las leyes que las protegen, deben saber que tienen derechos y ser conscientes de que nada justifica ningún acto de violencia contra ellas.

Alta Sociedad

Luciana de Policani, ex gobernadora de la provincia, argumentó que por razones de historia cultural las mujeres fueron obligadas a callar. Para la ex funcionaria, la violencia doméstica atraviesa fronteras sociales. "Se da también en la alta sociedad. Pero las víctimas callan por vergüenza, por su interés en no perder su posición social, o porque no están dispuestas a salir a trabajar. Prefieren soportar la violencia antes que un divorcio".

Zona de prevención

En el Centro de Mujeres Colonenses en Camino (MUCEC), vinculado a la Iglesia Católica, se orienta psicológica y legalmente a las víctimas. Dina Altamiranda, hermana superiora de la Misericordia, informó que atienden mujeres maltratadas por sus pare jas. La hermana relató que las mujeres que van a denunciar maltrato ante la Fiscalía, deben exponer su caso sin ningún tipo de privacidad frente a los funcionarios. Y están obligadas a contar detalles muy íntimos para sostener la denuncia. Altamiranda recomienda habilitar cubículos para que las víctimas puedan exponer con más confianza su situación.

En el centro, la hermana llega atender dos o tres casos nuevos de violencia doméstica cada día. Por tal razón, decidió organizar grupos de charlas para elevar la autoestima de las mujeres que padecen la agresión de sus maridos o compañeros. La concurrencia es masiva. Todos los viernes se acercan alrededor de 80 mujeres. Es el fiel reflejo de un problema que intenta escapar del silencio.


http://mensual.prensa.com/mensual/contenido/2005/01/09/hoy/nacionales/103272.html


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