quinta-feira, 27 de janeiro de 2011

La escuela del mundo al revés.

Eduardo Galeano.


Al puro estilo de galeano, llega este ensayo que raya en lo apocalíptico, y no porque de predicciones se trate, sino por la forma de vida en el mundo actual: se vive al revés. Como si de un curso escolar se tratase, Eduardo nos invita a su escuela para conocer la manera en que las cosas se han ido descomponiendo de tal manera que los de arriba, los del norte, los ricos, hacen, deshacen y descomponen con los pobres, los del sur, los de abajo. El programa escolar incluye: Curso básico de injusticia, racismo y machismo, Cátedras del miedo, Seminario de ética, Clases magistrales de impunidad y Pedaogía de la Soledad. El autor finaliza con una soberbia nota que no deja lugar a dudas: El autor terminó de escribir este libro en agosto de 1998. Si quiere usted saber cómo continúa, lea, escuche o mire las noticias cada día. Calificación: 10.


Cuando un delincuente mata por alguna deuda impaga, la ejecución se llama ajuste de cuentas; y se llama plan de ajuste la ejecución de un país endeudado, cuando la tecnocracia internacional decide liquidarlo.

En el mundo tal cual es, mundo al revés, los países que custodian la paz universal son los que más armas fabrican y los que más armas venden a los demás países; los bancos más prestigiosos son los que más narcodólares lavan y los que más dinero robado guardan; las industrias más exitosas son las que más envenenan el planeta; y la salvación del medio ambiente es el más brillante negocio de las empresas que lo aniquilan. Son dignos de impunidad y felicitación quienes matan la mayor cantidad de gente en el menor tiempo, quienes ganan la mayor cantidad de dinero con el menor trabajo y quienes exterminan la mayor cantidad de naturaleza al menor costo. Caminar es un peligro y respirar es una hazaña en las grandes ciudades del mundo al revés. Quien no está preso de la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que tienen. El mundo al revés nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa, nos reduce a la soledad y nos consuela con drogas químicas y con amigos cibernéticos. Estamos condenados a morirnos de hambre, a morirnos de miedo o a morirnos de aburrimiento, si es que alguna bala perdida no nos abrevia la existencia.

Esos niños [de la calle] eran habitualmente acosados por los policías y los perros de la Central Camionera del Norte. El gerente general de la empresa declaró a la periodista: -No dejamos que los niños se mueran porque, de alguna manera, son humanos.

La vejez es un fracaso, la infancia es un peligro.

Está la clase media asfixiada por las deudas y paralizada por el pánico, y en el pánico cría a sus hijos. Pánico de vivir, pánico de caer: pánico de perder el trabajo, el auto, la casa, las cosas, pánico de no llegar a tener lo que se debe tener para llegar a ser. En el clamor colectivo por la seguridad pública, amenazada por los monstruos del delito que acecha, la clase media es la que más alto grita. Defiende el orden como si fuera su propietaria, aunque no es más que una inquilina agobiada por el precio del alquiler y la amenaza del desalojo. Atrapados en las trampas del pánico, los niños de clase media están cada vez más condenados a la humillación del encierro perpetuo. En la ciudad del futuro, que ya está siendo ciudad del presente, los teleniños, vigilados por niñeras electrónicas, contemplarán la calle desde alguna ventana de sus telecasas: la calle prohibida por la violencia o por el pánico a la violencia, la calle donde ocurre el siempre peligroso, y a veces prodigioso, espectáculo de la vida.

El mismo sistema que necesita vender cada vez más, necesita también pagar cada vez menos. Esta paradoja es madre de otra paradoja: el norte del mundo dicta órdenes de consumo cada vez más imperiosas, dirigidas al sur y al este, para multiplicar a los consumidores, pero en mucha mayor medida multiplica a los delincuentes. Al apoderarse de los fetiches que brindan la existencia real a las personas, cada asaltante quiere tener lo que su víctima tiene, para ser lo que su víctima es. Armaos los unos a los otros: hoy por hoy, en el manicomio de las calles, cualquiera puede morir de bala: el que ha nacido para morir de hambre y también el que ha nacido para morir de indigestión.

En la era de las privatizaciones y del mercado libre, el dinero gobierna sin intermediarios. ¿Cuál es la función que se atribuye al estado? El estado debe ocuparse de la disciplina de la mano de obra barata, condenada a salarios enanos, y de la represión de las peligrosas legiones de brazos que no encuentran trabajo: un estado juez y gendarme, y poco más. En muchos países del mundo, la justicia social ha sido reducida a justicia penal. El estado vela por la seguridad pública: de los otros servicios, ya se encargará el mercado; y de la pobreza, gente pobre, regiones pobres, ya se ocupará Dios, si la policía no alcanza. Aunque la administración pública quiera disfrazarse de madre piadosa, no tiene más remedio que consagrar sus menguadas energías a las funciones de vigilancia y castigo. En estos tiempos neoliberales, los derechos públicos se reducen a favores del poder, y el poder se ocupa de la salud pública y de la educación pública, como si fueran formas de la caridad pública, en vísperas de elecciones.

Hasta hace veinte o treinta años, la pobreza era fruto de la injusticia. Lo denunciaba la izquierda, lo admitía el centro, rara vez lo negaba la derecha. Mucho han cambiado los tiempos, en tan poco tiempo: ahora la pobreza es el justo castigo que la ineficiencia merece. La pobreza puede merecer lástima, en todo caso, pero ya no provoca indignación: hay pobres por ley de juego o fatalidad del destino.

El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso. Robert McNamara, que fue uno de los responsables de la guerra del Vietnam, escribió un libro donde reconoció que la guerra fue un error. Pero esa guerra, que mató a más de tres millones de vietnamitas y a cincuenta y ocho mil norteamericanos, no fue un error porque fuera injusta, sino porque los Estados Unidos la llevaron adelante sabiendo que no la podían ganar. El pecado está en la derrota, no en la injusticia. Según McNamara, ya en 1965 había abrumadoras evidencias que demostraban la imposibilidad del triunfo de las fuerzas invasoras, pero el gobierno norteamericano siguió actuando como si la victoria fuese posible. El hecho de que los Estados Unidos hayan pasado quince años practicando el terrorismo internacional para imponer, en Vietnam, un gobierno que los vietnamitas no querían, está fuera de cuestión. Que la primera potencia militar del mundo haya descargado, sobre un pequeño país, más bombas que todas las bombas arrojadas durante la segunda guerra mundial es un detalle que carece de importancia.

Desde el punto de vista de las estadísticas, si una persona recibe mil dólares y otra persona no recibe nada, cada una de esas personas aparece recibiendo quinientos dólares en el cómputo del ingreso per cápita.

Ayuda externa se llama el impuestito que el vicio paga a la virtud en las relaciones internacionales.

No hay más que echar un vistazo a las nuevas leyes de inmigración en los países europeos, o al muro de acero que los Estados Unidos están construyendo a lo largo de la frontera con México: éste no es un homenaje a los caídos del muro de Berlín, sino que es una puerta cerrada, una más, en las relaciones de los trabajadores mexicanos que insisten en ignorar que la libertad de mudarse de un país es un privilegio del dinero.

Pareces indio, o hueles a negro, dicen algunas madres a los hijos que no quieren bañarse, en los países de más fuerte presencia indígena o negra. Pero los cronistas de Indias registraron el estupor de los conquistadores, ante la frecuencia con que los indios se bañaban; y desde entonces han sido los indios, y más tarde lo esclavos africanos, quienes han tenido la gentileza de trasmitir, a los demás latinoamericanos, sus costumbres de higiene.

Confirmaciones del derecho de propiedad: el macho propietario comprueba a golpes su derecho de propiedad sobre la hembra, como el macho y la hembra comprueban a golpes su derecho de propiedad sobre sus hijos. Y las violaciones, ¿no son, acaso, ritos que por la violencia celebran ese derecho? El violador no busca, ni encuentra, placer: necesita someter. La violación graba a fuego una marca de propiedad en el anca de la víctima, y es la expresión más brutal del carácter fálico del poder, desde siempre expresado por la flecha, la espada, el fusil, el cañón, el misil y otras erecciones. En los Estados Unidos, se viola una mujer cada seis minutos. En México, una cada nueve minutos. Dice una mujer mexicana: -No hay diferencia entre ser violada y ser atropellada por un camión, salvo que después los hombres te preguntan si te gustó.

A mediados de 1982, ocurrió en Río de Janeiro un hecho de rutina: la policía mató a un sospechoso de hurto. La bala entró por la espalda, como suele ocurrir cuando los agentes de la ley matan en defensa propia, y el asunto fue archivado.

…a principios del 98, los Estados Unidos amenazaron con invadir Irak, por segunda vez, para que la gente se dejara de hablar de las costumbres sexuales del presidente Bill Clinton.

Los presos son pobres, como es natural, porque sólo los pobres van presos en países donde nadie va preso cuando se viene abajo un puente recién inaugurado, cuando se derrumba un banco vaciado o cuando se desploma un edificio construido sin cimientos.

El mercado mundial de armas creció en un ocho por ciento en el 96, con una facturación total de cuarenta mil millones de dólares. A la cabeza de los países compradores, con nueve mil millones de dólares, figura Arabia Saudita. Este país está también a la cabeza, desde hace muchos años, en la lista de los países que violan los derechos humanos. En el 96, dice Amnistía Internacional, «continuaron recibiéndose informes sobre torturas y malos tratos a detenidos, y los tribunales impusieron penas de flagelación, de entre 120 y 200 latigazos, a por lo menos 27 personas. Entre ellos, 24 filipinos, a quienes, según informes, se condenó por comportamientos homosexuales. Al menos 69 personas recibieron sentencias de muerte y fueron ejecutadas». Y también: «El gobierno del rey Fahd mantuvo la prohibición de los partidos políticos y de los sindicatos. Continuó ejerciéndose una estricta censura sobre la prensa». Hace muchos años que esta monarquía petrolera es la mejor cliente de la industria norteamericana de armamentos y de los aviones británicos de combate. El sano intercambio de petróleo por armamentos, permite a la dictadura saudí ahogar en sangre la protesta interna, y permite a los Estados Unidos y a Gran Bretaña alimentar sus economías de guerras y asegurar sus fuentes de energía contra cualquier amenaza: armas y petróleo, dos factores claves de la prosperidad nacional. Algún malpensado podría llegar a creer que el rey Fahd paga esas millonadas por las armas y, de paso, compra impunidad. Por motivos que Alá sabrá, jamás vemos, escuchamos ni leemos ninguna denuncia de las atrocidades de Arabia Saudita, en los medios de comunicación. Esos medios, sin embargo, suelen preocuparse por los derechos humanos en otros países árabes. El fundamentalismo islámico sólo es demoníaco cuando obstaculiza los negocios, y los mejores amigos son los que más armas compran. La industria norteamericana de armamentos practica la lucha contra el terrorismo vendiendo armas a gobiernos terroristas, cuya única relación con los derechos humanos consiste en que hacen todo lo posible por aniquilarlos. En la Era de la Paz, que es el nombre que dicen que tiene el período histórico abierto en 1946, las guerras han matado no menos de 22 millones de personas y han expulsado de sus tierras, de sus casas o de sus países a más de cuarenta millones. Nunca falta alguna guerra o guerrita para que se lleven a la boca los televidentes consumidores de noticias. Pero nunca los informadores informan, ni los comentaristas comentan, nada que pueda ayudar a entender lo que pasa. Para eso, tendrían que empezar por responder a las preguntas más elementales: ¿Quién está traficando con todo este dolor humano? ¿A quién da de ganar esta tragedia? «la cara del verdugo está siempre bien escondida», cantó, alguna vez, Bob Dylan.

Hay treinta y cinco mil armas nucleares en el mundo. Los Estados Unidos poseen la mitad, y la otra mitad pertenece a Rusia y, en menor medida, a otras potencias. Los dueños del monopolio nuclear ponen el grito en el cielo cuando India, o Pakistán, o quien sea, realiza el sueño de la explosión propia, y entonces denuncian el peligro que el mundo corre: cada una de esas armas puede matar a varios millones de personas, y unas cuantas bastarían para acabar con la aventura humana en el planeta, y con el planeta también.

Salvo una fugaz excursión de Pancho Villa en los tiempos de la revolución mexicana, ningún enemigo ha atravesado sus fronteras. En cambio, los Estados Unidos han tenido siempre la desagradable costumbre de invadir a los demás. Buena parte de la opinión pública norteamericana padece una asombrosa ignorancia acerca de todo lo que ocurre fuera de su país, y teme o desprecia lo que ignora. En el país que más ha desarrollado la tecnología de la información, los informativos de la televisión otorgan poco o ningún espacio a las novedades del mundo, como no sea para confirmar que los extranjeros tienen tendencia al terrorismo y a la ingratitud. Cada acto de rebelión o explosión de violencia, ocurra donde ocurra, se convierte en nueva prueba de que la conspiración internacional prosigue su marcha, alimentada por el odio y por la envidia. Poco importa que la guerra fría haya terminado, porque el demonio dispone de un amplio guardarropa y no sólo viste de rojo. Las encuestas indican que Rusia ocupa ahora el último lugar entre todos los fantasmas del terrorismo internacional, el narcoterrorismo es el que más asusta. Decir la droga es como era, en otras épocas, decir la peste: el mismo terror, la misma sensación de impotencia. Una maldición misteriosa, encarnación del demonio que tienta y pierde víctimas: como todas las desgracias, viene de afuera. De la marihuana, antes llamada the killer weed, la yerba asesina, ya se habla poco, y quizás algo tiene que ver el hecho de que las plantas de marihuana se han incorporado exitosamente a la agricultura local y se cultivan en once estados de la Unión. En cambio, la heroína y la cocaína, producidas en el extranjero, han sido elevadas a la categoría de enemigos que socavan las bases de la nación.

El deseo: Un hombre encontró la lámpara de Aladino tirada por ahí. Como era un buen lector, el hombre la reconoció y la frotó. El genio apareció, hizo una reverencia, se ofreció:
-Estoy a su servicio, amo. Pídame un deseo, y será cumplido. Pero ha de ser un solo deseo.
Como era un buen hijo, el hombre pidió:
-Deseo que resucite a mi madre muerta.
El genio hizo una mueca:
-Lo lamento, amo, pero es un deseo imposible. Pídame otro.
Como era un buen tipo, el hombre pidió:
-Deseo que el mundo no siga gastando dinero en matar gente.
El genio tragó saliva:
-Este… ¿Cómo dijo que se llamaba su mamá?

El general Jesús Gutiérrez Rebollo, que encabezaba la guerra contra las drogas en México, ya no duerme en su casa. Desde febrero de 1997, está preso por tráfico de cocaína. Pero los helicópteros y las armas sofisticadas que los Estados Unidos han enviado a México para combatir las drogas, han demostrado ser los más útiles contra los campesinos alzados en Chiapas y en otros lugares.

Bertolt Brecht decía que robar un banco es delito, pero más delito es fundarlo.

Para la Cátedra de Religión. Cuando llegué a Roma por primera vez, yo ya no creía en Dios, y no tenía más que a la tierra por único cielo y único infierno. Pero no guardaba un mal recuerdo del Dios padre de los años de mi infancia, y en mis adentros seguía ocupando un lugar entrañable el Dios hijo, el rebelde de Galilea que había desafiado a la ciudad imperial donde yo estaba aterrizando en aquel avión de Alitalia. Del Espíritu Santo, lo confieso, poco o nada me había quedado: apenas el vago recuerdo de una paloma blanca de alas desplegadas, que caía en picada y embarazaba a las vírgenes. No bien entré al aeropuerto de Roma, un gran cartel me golpeó los ojos: BANCO DEL ESPÍRITU SANTO. Yo era muy joven, y me impresionó enterarme de que la paloma andaba en eso.

Es por amor a la patria, que algunos políticos se la llevan a su casa.

Al que trabaja, no le queda tiempo para hacer dinero.

El vivo vive del bobo, y el bobo de su trabajo.

El desarrollo de la tecnología no está sirviendo para multiplicar el tiempo de ocio y los espacios de libertad, sino que está multiplicando la desocupación y está sembrando el miedo. Es universal el pánico ante la posibilidad de recibir la carta que lamenta comunicarle que nos vemos obligados a prescindir de sus servicios en razón de la nueva política de gastos, o debido a la impostergable reestructuración de la empresa, o porque sí nomás, que ningún eufemismo alivia el fusilamiento. Cualquiera puede caer, en cualquier momento y en cualquier lugar; cualquiera puede convertirse, de un día para el otro, en un viejo de cuarenta años.

… el funcionario o el obrero que tiene trabajo debe agradecer el favor que alguna empresa le hace permitiéndole romperse el alma día tras día, carne de rutina, en la oficina o en la fábrica. Encontrar trabajo, o conservarlo, aunque sea sin vacaciones, ni jubilaciones, ni nada, y aunque sea a cambio de un salario de mierda, se celebra como si fuera milagro.

En Gran Bretaña, son cada vez más numerosos los trabajadores que permanecen en sus casas, siempre disponibles y sin cobrar nada, hasta que suena el teléfono. Entonces trabajan por un tiempo, al servicio de una agencia contratista. Después, vuelven al hogar, y sentados esperan que el teléfono suene nuevamente.

El miedo ha sido siempre, junto con la codicia, uno de los dos motores más activos del sistema que otrora se llamaba capitalismo. El miedo al desempleo permite que impunemente se burlen los derechos laborales. La jornada máxima de ocho horas ya no pertenece al orden jurídico, sino al campo literario, donde brilla entre otras obras de la poesía surrealista; y ya son reliquias, dignas de ser exhibidas en los museos de arqueología, los aportes patronales a la jubilación obrera, la asistencia médica, el seguro contra accidentes de trabajo, el salario vacacional, el aguinaldo y las asignaciones familiares. Los derechos laborales, legalmente consagrados con valor universal, habían sido, en otros tiempos, frutos de otros miedos: el miedo a las huelgas obreras y el miedo a la amenaza de la revolución social, que tan al acecho parecía. Pero aquel poder asustado, el poder de ayer, es el poder que hoy por hoy asusta, para ser obedecido. Y así se rifan, en un ratito, las conquistas obreras que habían costado dos siglos. El miedo, padre de familia numerosa, también genera odio. En los países del norte del mundo, suele traducirse en odio contra los extranjeros que ofrecen sus brazos a precios de desesperación. Es la invasión de los invadidos. Ellos vienen desde las tierras donde una y mil veces habían desembarcado las tropas coloniales de conquista y las expediciones militares de castigo. Los que hacen, ahora, este viaje al revés, no son soldados obligados a matar: son trabajadores obligados a vender sus brazos en Europa o al norte de América, al precio que sea. Viene de África, de Asia, de América latina y, en estos últimos años, después de la hecatombe del poder burocrático, también vienen del este europeo.

El precio de una camiseta con la imagen de la princesa Pocahontas, vendida por la casa Disney, equivale al salario de una semana del obrero que ha cosido esa camiseta en Haití, a un ritmo de 375 camisetas por hora.

Las mejores condiciones para las empresas son las peores condiciones para el nivel de salarios, la seguridad en el trabajo y la salud de la tierra y de la gente.

Si no se portan bien, dicen las empresas, nos vamos a Filipinas, o a Tailandia, o a Indonesia, o a China, o a Marte. Portarse mal significa: defender la naturaleza o lo que quede de ella, reconocer el derecho de formar sindicatos, exigir el respeto de las normas internacionales y de las leyes locales, elevar el salario
mínimo.

Vidas ejemplares: A mediados del 98, se desató una ventolera de indignación popular contra la dictadura del general Suharto, en Indonesia. Entonces, el Fondo Monetario Internacional le agradeció los servicios prestados, y el general se jubiló. Su vida laboral había comenzado en 1965, cuando asaltó el poder matando a medio millón de comunistas, o presuntos comunistas. Suharto no tuvo más remedio que dejar el gobierno, pero se quedó con los ahorros acumulados en más de treinta años de trabajo: 16 mil millones de dólares, según la revista Forbes (28-7-97). Un par de meses después del retiro de Suharto, su sucesor, el presidente Habibie, habló por televisión: exhortó al ayuno. El presidente dijo que si el pueblo indonesio no comía dos días por semana, los lunes y los jueves, se podría superar la crisis económica.

A fines de 1997, Leonardo Moledo publicó un artículo en defensa de los sueldos bajos en la enseñanza argentina. Este profesor universitario reveló que las magras retribuciones aumentan la cultura general, favorecen la diversidad y la circulación de los conocimientos y evitan las deformaciones de la fría especialización. Gracias a los sueldos de morondanga, un catedrático que por la mañana enseña cirugía del cerebro puede enriquecer su cultura, y la cultura de los demás, haciendo fotocopias por la tarde y exhibiendo sus habilidades, por la noche, como trapecista de circo. Un especialista en literatura germánica tiene la estupenda oportunidad de atender también un horno de pizza y luego puede desempeñar la función de acomodador en el Teatro Colón. El titular de Derecho Penal puede darse el lujo de manejar un camión de reparto, de lunes a viernes, y puede dedicarse a cuidar una plaza los fines de semana; y el adjunto de biología molecular está en óptimas condiciones para aprovechar su formación haciendo changas de plomería y pintura de automóviles.

Hasta 1991, la empresa CMS fabricaba minas para el ejército de los Estados Unidos. A partir de la guerra del Golfo, cambió de ramo, y desde entonces gana 160 millones de dólares al año despejando terrenos. La CMS pertenece al consorcio alemán Daimler Benz, que produce misiles con el mismo entusiasmo con que produce automóviles y que sigue fabricando minas por medio de otra de sus filiales, la empresa Messerschmidt-Bulkow-Blohm.

A mediados de 1978, mientras la selección argentina ganaba el campeonato mundial de fútbol, la dictadura militar arrojaba sus prisioneros, vivos, al fondo del océano. Los aviones despegaban desde Aeroparque, bien cerca del estadio donde ocurrió la consagración deportiva. No es mucha la gente que nace con esa incómoda glándula llamada conciencia, que impide dormir a pata suelta y sin otra molestia que los mosquitos del verano; pero a veces se da. Cuando el capitán Alfonso Scilingo reveló a sus superiores que no podía dormir sin lexotanil o borrachera, ellos le sugirieron un tratamiento psiquiátrico. A principios de 1995, el capitán Scilingo decidió hacer una confesión pública: dijo que él había echado al mar a treinta personas. Y denunció que a lo largo de dos años habían sido entre mil quinientos y dos mil los prisioneros políticos que la Marina argentina había enviado a las bocas de los tiburones. Después de su confesión, Scilingo fue preso. No por haber asesinado a treinta personas, sino por haber firmado un cheque sin fondos.

… alguien que tenía tan mala memoria que un día se olvidó de que tenía mala memoria y se acordó de todo.

Concluida la epopeya, el político uruguayo Adauto Puñales celebró la derrota del comunismo. Y en pleno arrebato anatómico, tronó: -¡El comunismo es un pulpo que tiene la cabeza en Moscú y los testículos por todas partes!

Para elogiar una flor, se dice: Parece de plástico.

… en numerosos estados de la Unión [Estados Unidos], el permiso de conducir es el único documento necesario para que cualquiera pueda comprar una metralleta y con ella cocine a balazos a todo el vecindario. El permiso de conducir no sólo se usa para estos menesteres, sino que también se exige para pagar con cheques o cobrarlos, para hacer un trámite o para firmar un contrato. El permiso de conducir hace las veces de documento de identidad; son los automóviles quienes otorgan identidad a las personas.

Pánico a la vejez: la vejez, como la muerte, se identifica con el fracaso. El automóvil, promesa de juventud eterna, es el único cuerpo que se puede comprar. Este cuerpo animado come gasolina y aceite en sus restoranes, dispone de farmacias donde le dan remedios, y de hospitales donde lo revisan, lo diagnostican y lo curan, y tiene dormitorios para descansar y cementerios para morir.

Nunca tantos han sufrido tanto por tan pocos. El transporte público desastroso y la ausencia de carriles para bicicletas hacen poco menos que obligatorio el uso del automóvil privado, pero, ¿cuántos pueden darse el lujo? Los latinoamericanos que no tienen coche propio ni podrán comprarlo nunca, viven acorralados por el tráfico y ahogados por el smog. Las aceras se reducen o desaparecen, las distancias crecen, hay cada vez más autos que se cruzan y cada vez menos personas que se encuentran. Los autobuses no sólo son escasos: para peor, en la mayoría de nuestras ciudades, el transporte público corre por cuenta de unos destartalados cachivaches, que echan mortales humaredas por los caños de escape y multiplican la contaminación en lugar de aliviarla.

Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

Beatriz Sarlo ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro. El tradicional paseo de fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos oasis urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas. La cultura de consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso inmediato. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. En este fin de siglo donde lo único permanente es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz, ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shopping center, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos existen fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin embargo y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo. En estos santuarios del bienestar se puede hacer todo, sin necesidad de salir a la intemperie sucia y amenazante. Hasta dormir se puede, según los últimos modelos de shoppings, que en Los Ángeles y en Las Vegas incluyen servicios de hostelería y gimnasios. Los shoppings, que no se enteran del frío ni del calor, están a salvo de la contaminación y de la violencia.

Las grandes ciudades latinoamericanas compran más y más. ¿Hasta dónde? Hay un techo que no pueden atravesar, sometidas como están a la contradicción entre las órdenes que recibe el mercado interno y las órdenes que trasmite el mercado internacional: la contradicción entre la obsesión de consumir, que requiere salarios cada vez más latos, y la obligación de competir, que exige salarios cada vez más bajos.

… Gran Bretaña, que suele actuar como si fuera colonia de la que fue su colonia.

Últimamente, la llamada telebasura está teniendo, en unos cuantos países de América latina, tanto o más éxito que las telenovelas: la niña violada llora ante el periodista que la interroga como si la violara otra vez; este monstruo es el nuevo hombre elefante, miren, señoras y señores, no se pierdan este fenómeno increíble: la mujer barbuda busca novio; un señor gordo dice estar embarazado. Hace treinta y poco años, en Brasil, ya los concursos del horror convocaban multitudes de candidatos y ganaban enormes teleaudiencias: ¿Quién es el enano más bajito del país? ¿Quién es el narigón de nariz más larga, que la ducha no le moja los pies? ¿Quién es el desgraciado más desgraciado de todos? En los concursos de desgraciados, desfilaba por los estudios la corte de los milagros: la niña sin orejas, comidas por las ratas; el débil mental que había pasado treinta años encadenado a la pata de una cama; la mujer que era hija, cuñada, suegra y esposa del marido borracho que la había dejado inválida. Y cada desgraciado tenía su hinchada, que desde la platea gritaba, a coro: ¡Ya ganó! ¡Ya ganó!

Quien no sale en la tele, no está en la realidad; quien de la tele sale, se va del mundo. Para tener presencia en el escenario político, hay que aparecer con cierta continuidad en la pantalla chica, y esa continuidad, difícil de conseguir, suele no ser gratuita. Los empresarios de la televisión brindan tribuna a los políticos, y los políticos retribuyen el favor otorgándoles impunidad: impunemente, los empresarios pueden darse el lujo de poner un servicio público al servicio de sus bolsillos privados.

A esta altura, el bloqueo de adentro [En Cuba], el bloqueo autoritario, está resultando tan enemigo como el bloqueo imperial de afuera, contra la energía creadora que la revolución contiene. Son muchos los ciudadanos que pierden la opinión, por falta de uso. Pero otros hay que no tienen miedo de decir y tienen ganas de hacer, y por su aliento sigue Cuba viva y coleando: ellos prueban que las contradicciones son el pulso de la historia, mal que les pese a quienes las confunden con herejías o con molestias que la vida plantea a los planes.

Dejemos el pesimismo para tiempos mejores.

… cada cual es tan pequeño como el miedo que siente, y tan grande como el enemigo que elige.

Mente anciana en cuerpo sano.

Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y, como juega el niño sin saber que juega;[...] los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas.

Nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión; los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no habrá niños de la calle; los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá niños ricos; la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla; la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla; la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas, volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;

… los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de tanto buscar;

… la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última y cada día como si fuera el primero.

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