quinta-feira, 9 de dezembro de 2010

El problema de la violencia contra la mujer / María Eugenia Hernández

La violencia contra la mujer es un fenómeno social que afecta a las mujeres como grupo, donde el hombre ejerce poder y autoridad, utilizando la violencia como medio o control, obligándola a comportarse de determinada forma. Teóricamente se define la violencia de género como todas las formas de violencia que mantienen la dicotomía entre hombres y mujeres y aseguran la desvalorización e inferioridad de todo lo asociado con lo femenino (Fempress, 1993:13).


En febrero del presente año tuve la oportunidad de entrevistar a la Dra. Teresita Ramellini en San José, Costa Rica, directora del Centro de Investigaciones de Estudios de la Mujer. Expresaba ella que la violencia contra el género femenino es “la opresión y la discriminación en todas las formas de sexismo, comprendiendo las agresiones física, emocional, económica y sexual. En nuestro país se observa cómo los medios de comunicación dan un marcado interés a la cuantificación de los casos de la violencia física, es decir, el número de agresiones, el número de “femicidios”, etc., pero se mide poco la cualificación del problema, los avances abordados desde el punto de vista de la ciencia social y sus posibles respuestas a la magnitud del mismo.

Es importante tener presente que la categoría del género no sólo es analizada desde el punto de vista biológico sino desde posiciones ideológicas culturales que determinan el estereotipo femenino y el masculino y hacen mención a todo lo heredado biológicamente, es por ello que algunas personas parten de lo biológico para definir el género, mientras otras lo hacen desde el punto de vista cultural-ideológico.

Visto desde lo sociológico, se da la violencia hacia la mujer no sólo cuando esta es golpeada por su esposo o compañero, sino cuando la sociedad la discrimina como grupo en las relaciones de poder, cuando se le ubica en posición inferior. Es aquí donde debemos reflexionar cuántas mujeres tiene la población panameña, de estas cuántas son profesionales, cuántas han tenido la oportunidad de participar en materia de política del Estado de nuestra llamada democracia, cuántas magistradas hay en la Corte Suprema de “Justicia”. Porque el hombre tiene más aval por la ley y las costumbres para este dominio, cuándo se hará justicia para la otra mitad de la población, es decir, para las mujeres.

Panamá como región puede avanzar a verdaderos niveles de desarrollo, cuando objetivamente se vea igualdad de oportunidades, no sólo en áreas urbanas sino en las más excluidas del país, como sucede con aquellas mujeres de la campiña interiorana y las comarcas indígenas, quienes actualmente viven excluidas del discurso de la inclusión, como si vivieran en otro mundo.

Esto lo observo cuando viajo a comunidades apartadas de la comarca y veo niños y niñas morir de hambre, o por un resfriado sin control médico, una madre en labor de parto sin la opción de salud igual para todos, el rostro de la desnutrición de mujeres y niños especialmente en los meses de verano, cuando no existe ni siquiera una yuca para sobrevivir.


Debemos trabajar mucho más para enorgullecernos como nación. Yo me pregunto: desarrollo para qué o para quién, si nos persigue la pobreza y se aumenta la brecha de las desigualdades que a su vez se convierten en las grandes injusticias del sistema. Para estos hechos sociales no existe una política pública de familia que responda atinadamente a los intereses de tales grupos vulnerables, como lo son las mujeres, ancianos, niños y niñas. (Diario La Prensa 27 de setiembre de 2010).

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